sábado, 19 de julio de 2014

Jonás se pasó una hora buscando el calcetín rojo

El dia anterior había sido un duro y Jonás se había levantado más pronto de lo normal porque con el trasiego de la casa se había desvelado. Se dirigió a la cocina donde Tobias, el joven adolescente desayunaba con desdén. Tras saludarle, Tobias le miró a la cara y, como si le hubiera leído el pensamiento le preguntó…

 - ¿qué? ¿ya te has vuelto a despistar? ¿no sabes dónde pones las cosas? ¿dónde está tu calcetín rojo?

 Jonás tuvo que reconocer frustrado que últimamente no sabía que le pasaba… ya no recordaba las cosas como cuando era joven y el tiempo no pasaba en balde para él… sus reflejos eran más lentos y tampoco andaba también de la vista…

 El joven se levantó tras apurar el desayuno y sin despedirse atravesó veloz la puerta de la cocina que daba al porche del jardín… En ese porche últimamente pasaba largas tardes al sol. Al calentar tibiamente su cara, entraba en un estado de ensoñación al que no se podía resistir y se acababa rindiendo sin oponer excesiva resistencia. De repente pensó que ciertamente la última vez que llevaba el calcetín pudo haber estado ahí, así que sin más salió a buscarlo por si estaba allí aunque allí no había nada.

 Pensó que quizá lo hubiera dejado en el cesto de la ropa sucia. A veces Rosa, sin decirle nada los echaba a lavar mientras que le regañaba porque decía… “cualquier día estos calcetines van a salir caminando solos, de mierda que tienen…” ¡no sé qué cariño les has cogido! Allí tampoco había nada…

Se dirigió al dormitorio, donde quizá hubiera quedado olvidado al pie de la cama… allí tampoco estaban.

Bajó las escaleras y vió a Tom, el más pequeño de la casa… Jonás sentía adoración por aquel niño, sobre todo , su felicidad era completa cuando compartían un helado en el parque. En realidad no le sentaban muy bien ya pero… ¡qué narices! Nadie iba a vivir para siempre… 

De repente, tuvo un presentimiento… un olor familiar, miro a Pedro, al esposo de Rosa recién duchado y pudo ver cómo asomaba el calcetín rojo por debajo de sus pantalones… sin pensárselo dos veces, empezó a ladrar como un loco con la intención de morder, eso sí, no demasiado fuerte, los tobillos de su amo…

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