viernes, 20 de noviembre de 2009

La venganza del débil

Supongo que era la consecuencia natural de los ancontecimientos. Cuando tras cometer un fraude millonario dió con sus huesos en la cárcel, Peter jamás pudo imaginar qué extraño papel le brindaba el azar en el devenir de cómo se sucedieron las cosas.

Él era un chico de barrio, pero con el sacrificio de sus padres pudo estudiar una carrera. Luego estaba su don. Lo que le hacía diferente era su capacidad para resolver problemas matemáticos. Sencillamente, donde otros veían galimatías sin sentido él encontraba algo así como oraciones por finalizar. Su capacidad le permitía acabar no sólo de una única manera la ecuación y que ésta tuviera sentido sino que además podía resolver como si se tratara del final de un libro con diferentes alternativas. Algo así como si en una novela de amor, el prota en un final se queda con la chica, en otro la olvida y en otro fallece en un viaje de avión.

Conoció a Matías el primer día en la cárcel. En el patio los novatos se amontonaban los unos sobre los otros. Eran rodeados por los veteranos. Si has estado allí, sabes de lo que hablo... como lobos acechando a las ovejas.

Cuando el Maguila increpó a Peter, éste se meó en los pantalones. El Maguila no era cualquier cosa. No eran los 120 kilos de masa fofa y 2 metros de mala leche... sino la enorme cicatriz que cruzaba su cara en diagonal... y el gesto desquiciado que lucía lo que hacía que el resto de residentes no quisiseran tratos con él.

Después de sacarle la pasta y el tabaco a Peter, el Maguila ya se estaba pasando... incluso para ser el primer día. Los vigilantes no pensaban hacer nada por sacarle las castañas del fuego y miraban con apatía la escena que se repetía una y otra vez...

No había nada que hacer... sólo quedaba que alguien (un igual) intercediera en favor del novato o que la víctima reaccionara (algo que jamás había sucedido antes)

Matías era rumano. Un tipo muy delgado, moreno y con una mirada que helaba. Era evidente que allí se encontraba como en casa... conocía las normas.

- Eh!!!! bola de sebo!!! gritó Matías. El rubito lo quiero yo!!!
- este media mierda es mío!!! babeaba el Maguila imaginando cuántas delicias le esperaban... el saberse dueño de alguien no es un premio al que se renuncie de buenas a primeras
- y qué vas a hacer para quitármelo? desafió el rumano

en cuestión de un instante la enorme bola de sebo se acercó con una sorprendente agilidad al rumano y le lanzó un puñetazo con el brazó izquierdo. El rumano fué más rápido y trabando su brazo entre su cuello dejó caer sus 65 kilos sobre el codo del gordo a la vez que retorcía su muñeca. Un seco CREC! CREC! acabó con la discusión. Como evidencia de la riña, el codo izquierdo del gordo descansaba en un anormal ángulo en el suelo, mientras el gordo gimoteaba arrodillado. La riña había acabado con un brazo roto... nada del otro mundo en aquel sitio.

Matías se acercó al joven matemático y sin cambiar el semblante le dijo...

- "sígueme y no preguntes"...

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